viernes, 21 de noviembre de 2008

La pantufla persa

En la entrada precedente citábamos un pasaje del relato «El ritual de los Musgrave», donde se hace alusión a la costumbre de Holmes de guardar su tabaco en una babucha persa. Watson insiste en este punto en las aventuras «El tratado naval», «El cliente ilustre» y «La casa vacía».
Es un problema para los fumadores de pipa la conservación de su tabaco en las mejores condiciones posibles; cotejando opiniones de aficionados verán cómo la punta de una zapatilla en la chimenea no es el lugar ideal para una conservación óptima ¿una reminiscencia de los calcetines donde aparecen los regalos navideños? Debemos, pues, concluir que el tabaco alojado en dicha pantufla era el destinado a fumar durante el día corriente, una manera de tenerlo a mano; el hecho de que Holmes fuera un fumador compulsivo presta verosimilitud a esta hipótesis.

Pero ¿a qué objeto alude Watson cuando dice «persian sleeper»? El calzado tradicional persa son las givás. Aunque hay modelos de más lujo y fantasía, se basan todos en la tradicional y humilde que vemos aquí abajo:

Disponemos de este par gracias al fiel parroquiano, amigo y corresponsal en Persia, Manusaurio, que las ha hecho llegar a París en un periquete

La capacidad de este ejemplar, en la bolsa formada entre el empeine y la suela, es de 500 cm3 lo que equivale a una cantidad de tabaco que oscila entre 100 gr., para tabacos voluminosos, como las picaduras en hebra y algo más de 300 gr. para tabacos prensados, tipo flake cut, tal como se encuentran en el comercio; pero, siguiendo nuestra hipótesis de que la idea era mantener tabaco a mano listo para su uso, estaría preparado con antelación, es decir, cuidadosamente desmenuzado, con lo que su volumen aumenta. A la luz de estos elementos podemos especular que Holmes necesitaba, para sentirse a gusto, tener al menos 50 gr. de tabaco disponible, que llenarían la puntera y equivale a la cantidad de los paquetes que encontramos hoy en el mercado.


Ejemplar que pueden ver en el museo londinenese del 221b Baker Street. Abajo, la versión de la exposición de 1951 que se conserva hoy en el pub Sherlock Holmes. Vemos otros detalles como la navaja que pincha la correspondencia pendiente



Tres maneras de servirse tabaco de la pantufla persa según sendas interpretaciones de tres de los actores que han encarnado a Sherlock Holmes: Basil Rathbone (en The Woman in Green) con un gesto displicente, Vasily Livanov (en El perro de los Baskerville) tranquilo y minucioso; el análisis de Jeremy Brett (en «La casa vacía») coincide con el nuestro e imprime una actitud compulsiva

Babucha Persa

Otra heterodoxa manía de Holmes se consigna en «El pulgar del ingeniero»:

Sherlock Holmes, tal como me esperaba, pasaba el rato en su sala de estar en batín, leyendo la columna de sucesos de The Times y fumando su pipa de antes del desayuno, que se componía de todos los restos y fondos de pipa procedentes de las que fumó la víspera; todos ellos cuidadosamente secados y recolectados en una esquina de la repisa de la chimenea.

En el futuro tendremos ocasión de volver sobre los hábitos fumadores de Holmes, las diferentes pipas que se le atribuyen y su afición por cigarrillos y cigarros puros.

Este artículo se publicó originalmente el domingo 8 de junio de 2008 en El Predicador Malvado.

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