martes, 27 de enero de 2009

El simio y el detective

El lunes de la semana pasada conmemoramos el bicentenario de Edgar Allan Poe, el sábado próximo celebramos el día mundial del traje de gorila: ambas efemérides nos dan pie a tratar la relación de Holmes con los simios, con una pequeña referencia a Dupin:

El gorila ocupa un lugar mayor como expresión de nuestro inconsciente: como vimos en otro artículo, hereda el simbolismo de bajos instintos que siempre se habían expresado en la iconografía con monos, añadiendo componentes de fuerza y tamaño que lo hacen invencible, por lo que recupera los paradigmas de la bella y la bestia y de la fantasía de dominio-sometimiento sin límites físicos o morales.
Pero el gorila no se conoció hasta bien entrado el s. XIX y su primera descripción científica se hizo esperar hasta 1920, mientras tanto, y a la espera de King Kong, su expresión más perfecta, esas fuerzas de nuestro inconsciente buscaban donde encarnarse y los escritores decimonónicos ensayaban con distintos simios.

Los crímenes de la calle Morgue, por Aubrey Beardsley
Aubrey Beardsley subraya en esta ilustración para el relato de Poe la relación dominio-sometimiento


Poe echa mano del orangután en varias ocasiones: una de ellas, en las que la dominación y la brutalidad hacia las frágiles hembras humanas llega hasta al asesinato, es el célebre caso de Dupin «Los crímenes de la rue Morgue». En este caso se expresa también otra de las facetas de esa bestialidad: el simio como remedo imperfecto del ser humano, el «mono de repetición» cuando intenta un afeitado a la navaja navaja.
Pero vamos, por fin, a Sherlock Holmes. En «La banda moteada», al brutal y malvado padrastro de la damisela en apuros, el Dr. Roylottl, le gusta rodearse de animales salvajes, que no son más que la proyección de su propia animalidad: entre ellos se encuentra un babuino, que ronda libre por el jardín desde el anochecer junto con un guepardo. También los instintos asesinos del Dr. Roylott se liberan con la complicidad de la oscuridad.
Serge Voronoff
El inovador cirujano francés de origen ruso Serge Voronoff
 
Pero muy a menudo los instintos implican deseo y potencia sexual, como apuntábamos antes. En este ámbito encontramos un ejemplo perfecto en otro relato de Sherlock Holmes «La aventura del hombre reptante». El prestigioso y hasta entonces respetable Profesor Presbury se conduce de manera extraña; descubriremos que, con el fin de seducir a una joven, intenta recuperar el vigor juvenil inoculándose un suero procedente del langur carinegro. H. Rowenstalh, de Praga, que le suministraba las dosis, hubiera preferido tomarlo de un antropoide, categoría de la taxonomía de la época donde clasificaban a los grandes simios (orangutanes, gorilas y chimpancés) y equivalente al actual superfamilia Hominoidea, salvo en que excluían de ella al ser humano.

Langur carinegro (Presbytis entellus) en una fotografía de Wildphotons

Algunos autores, como David Stuart Davies, han considerado esta aventura holmesiana demasiado fantástica, demasiado cercana a la ciencia ficción más barata. Sin embargo, esta no era la percepción que tendría un lector de la época. En la fecha de la publicación del relato eran célebres las experiencias del doctor Serge Voronoff, por sus experimentos en los que injertaba glándulas de simios en testículos de seres humanos con el fin de rejuvenecerles. Muchos ricos acudieron a él para someterse a su terapia, de manera que la trama del relato se relaciona con una linea de investigación que, a principios del siglo XX, parecía prometer un exitoso desarrollo.

La capitular está montada sobre una imagen encontrada aquí.