martes, 14 de julio de 2009

Antecedentes orientales del whodunit

Los casos de Daniel, detective consultor, y el camello tuerto
Con diversas mejoras, este artículo retoma dos publicados con anterioridad en El Predicador Malvado
Destacamos aquí algunos cuentos que se podrían reivindicar con justicia como precedentes de la novela policiaca en su variedad whodunit y, más concretamente, de la figura del detective al estilo de Sherlock Holmes o Dupin, capaces de sacar conclusiones sorprendentes basándose en pequeños indicios o investigar basándose en la razón y en pruebas contrastables. En primer lugar vamos a hablar hoy de Daniel, cuyas aventuras pueden encontrar en el libro de la Biblia que lleva su nombre.

El caso de «Susana y los dos viejos verdes» (Daniel 13) no lo transcribiremos en su versión bíblica, ya que lo pueden leer aquí: transcribimos la versión de las Mil y una noches, según la edición de Rafael Cansinos Assens (noche 259):

El asunto de Susana y los viejos pintado por Artemisia Lomi Gentileschi

Cuentan también que en antiguos tiempos y en años pretéritos había una mujer honesta de Beni-Isral, la cual era muy religiosa y observante de su fe e iba todos los días a la sinagoga a realizar sus prácticas devotas.
Había junto a la sinagoga un jardín y todos los días, cuando la mujer iba a la sinagoga, pasaba por él. Eran los jardineros dos hombres ya viejos; pero sucedió que se enamoraron de la mujer los dos y la requirieron de amores, sin lograr obtener sus favores. Y los dos viejos entonces le dijeron:
Como no te entregues a nosotros te acusaremos de ser una ramera.
¡Alá me defenderá! respondió ella. Y se dirigió hacia la puerta. Los viejos entonces empezaron a gritar con tal fuerza que en seguida acudió allí un gran gentío, de todas partes venido.
¿Qué os sucede? preguntaba a los dos viejos la gente.
Y los dos viejos respondieron:
Habéis de saber cómo hemos encontrado a esta mujer en el jardín fornicando con un muchacho que, al tratar de cogerlo, se nos escurrió de entre las manos.
Oído que hubieron aquello mandaron pregonar al joven por espacio de tres días seguidos, pasados los cuales habían de lapidarlo donde lo encontrasen.
Pregonaron después otros tres días a la mujer, y todos los días iban los dos viejos a ver a la mujer y le ponían sus manos sobres la cabeza y le decían:
—¡Loado sea Alá, que hizo descender sobre ti su vindicta!
Pero cuando ya iban a matar a pedradas a la mujer presentose Daniel, que era un mancebo de doce años y el primero que profetizó sobre el enviado de Alá (sean con Él la oración y la paz).
Y Daniel díjoles a los que iban a lapidar a la mujer:
No os precipitéis a lapidar a esta mujer hasta que yo entienda en su caso como juez.
Trajéronle luego un sillón y en él se sentó y procedió a interrogar a los viejos por separado, y dizque Daniel fue el primero que implantó el procedimiento de contrastar con el rigor debido la veracidad de los testigos.
Y díjole Daniel al uno de los viejos:
Di ¿qué fue lo que viste?
Respondió el viejo contándole su cuento.
Bien dijo Daniel ¿En qué lugar de huerto pasó eso?
En la parte de Levante Respondió el anciano y al pie de un peral.
Procedió Daniel luego a interrogar al otro viejo y este le repitió el mismo cuento.
Y Daniel preguntole a su vez:
¿En qué lugar de huerto pasó eso?
En el lado de Poniente Respondió el anciano y por cierto que al pie de un manzano.
Estaba a todo eso la mujer allí en pie y alzaba su frente al cielo e invocaba a Alá para que la salvase de aquel trance fatal.
Y Alá (glorificado sea) escuchó a la mujer y mandó fuego del cielo que abrasó a los dos viejos, haciendo así resplandecer ante todos la inocencia de la mujer.
Y fue Daniel el primero que profetizó la venida de nuestro Profeta (sean con Él la oración y la paz perfectas).


Si el curioso lector coteja ambas versiones verá que, si bien en la de Las noches nos dan circunstancias novelescas para justificar la trama (si era tan virtuosa ¿qué hacía sola en un jardín? ¿por qué estaban allí los dos viejos todo el día?) mucho más sofisticado y prolijo en este aspecto es el relato bíblico, en el que explican también porqué estaba sola y el detalle erótico, ausente en nuestra versión, de porqué si era tan virtuosa estaba desnuda. Hay otra diferencia muy importante para el asunto que nos ocupa: la intervención divina al final de la versión milyunanochesca ¿de qué sirve descubrir con la razón si Dios puede intervenir y castigar a los culpables? la versión bíblica lapida a los dos viejos lascivos, con lo que se acerca más a la novela de detectives. Se puede argumentar que hay un elemento sobrenatural en la Biblia, porque Daniel parece saber el resultado antes de efectuar los interrogatorios, pero es mucho más sutil. En todo caso el género, en su estado puro, excluye el elemento sobrenatural, pero es una cuestión de la que nos ocuparemos más adelante. Existen otros relatos en Las noches que se podrían considerar de género detectivesco, por ejemplo, la «Historia del alfayate y el jorobado y el médico judío y el mubaschir y el cristiano corredor de comercio y de lo que entre ellos hubo pasado» (noches 25, 26 y 27) la «Historia de la bayadera decapitada» (noches 929 y 930) y, especialmente, la «Historia de Ali Jocha, el mercader, y su tarro de aceitunas» (noches 700 a 703, siempre siguiendo la edición de Cansinos).

El caso de «Daniel contra los sacerdotes de Bel» tiene un avatar en una de las aventuras del Príncipe Valiente, de Hall Foster: los sacerdotes son de Odín en este caso, pero no son ellos mismos quienes comen los alimentos sacrificados, sino ratas que se ocultaban en el ídolo. Gracias mil a Ramón San Miguel, por conseguirme la ilustración

Volviendo a Daniel, además del interrogatorio por separado de los implicados, introdujo otro avance capital en la ciencia de la detección: la observación de huellas de pasos y su utilización como indicio incriminatorio e incluso como prueba de cargo: se explica en su caso «Daniel contra los sacerdotes de Bel» (Daniel 14, 1-22, pueden leerlo aquí). Si son innumerables las aventuras detectivescas que usan las huellas de pasos como pista, aquí las cenizas donde se marcarán las ha dejado el propio detective previamente, con el fin de probar la existencia de un pasaje secreto, esto se relaciona directamente con una de las aventuras de Sherlock Holmes: GOLD, donde el detective usa el mismo truco con el mismo fin.

Estas dos aventuras no las encontrarán en la Biblia griega de los Setenta o en la Biblia Hebrea; fueron añadidas por Jerónimo en la Vulgata ¿se las sacó de la manga? ¡No! Eran leyendas semíticas que le llegaron a través de la tradición talmúdica.

Otra leyenda, de las leyendas que figuran en el Talmud, pero que es conocida con variantes en muchas regiones del mundo, es la del «Peregrinaggio di tre giovani, figliuoli del re di Serendippo; tradotto dalla lengua persiana in lingua italiana da M. Christoforo Armeno»; así se llama, al menos, la traducción veneciana de 1557, procedente de la versión persa que transmitió Amir Josrow. Fue difundida en inglés en una traducción de Maille y se suele conocer como «El camello tuerto». También contribuyó a su renombre el escritor Horace Walpole quien inventó el término serendipity inspirándose en este cuento. Como su título italiano indica, narra la aventura que aconteció a los tres príncipes de Serendip durante un viaje. Serendip es la isla más conocida con los nombres de Taprobana, Ceilán o Sri Lanka y sobre la que quizá volvamos en alguna ocasión. En cuanto al cuento, juzguen ustedes si merece su puesto en los precedentes de las novelas de detectives:

El discípulo miró al maestro en la profundidad de la tarde.
—Maestro ¿es bueno para el sabio demostrar su inteligencia?
—A veces puede ser bueno y honorable permitir que los hombres te
rindan honores.
—¿Sólo a veces?
—Otras puede acarrearle al sabio multitud de desgracias. Es lo que
les sucedió a los tres príncipes de Serendip que utilizaron distraídamente su inteligencia. Habían sido educados por su padre, que era arquitecto del gran Sha de Persia, con los mejores profesores y ahora se encaminaban en un viaje hacia la India para servir al gran mogol, del que habían oído su gran aprecio por el Islam y la sabiduría. Sin embargo, tuvieron un percance en su camino.
—¿Qué les pasó?
—Una tarde como esta, caminaban rumbo a la ciudad de Kandahar, cuando uno de ellos afirmó al ver unas huellas en el camino: «Por aquí ha pasado un camello tuerto del ojo derecho»
—¿Cómo pudo adivinar semejante cosa con tanta exactitud?
—Había observado que la hierba de la parte derecha del camino, la que daba al río, y por tanto la más atractiva, estaba intacta mientras la de la parte izquierda, la que daba al monte y estaba más seca, estaba consumida. El camello no veía la hierba del río.


Antiguo mapa de Taprobana, tomado de aquí

—¿Y los otros príncipes?
—El segundo, que era más sabio, dijo: «le falta un diente al camello»
—¿Cómo podía saberlo?
—La hierba arrancada mostraba pequeñas cantidades masticadas y abandonadas.
—¿Y el tercero?
—Era mucho más joven pero aun más perspicaz y, como es natural, en los hijos pequeños, más radical al estar menos seguro de sí mismo. Dijo: «
El camello está cojo de una de las dos patas de atrás. La izquierda, seguro»
—¿Cómo lo sabía?
—Las huellas eran más débiles en este lado.
—¿Y ahí acabaron las averiguaciones?
—No. El mayor, picado en esta competencia, afirmó: «Por mi puesto de arquitecto mayor del reino que este camello llevaba una carga de mantequilla y miel».
—Pero, eso es imposible de adivinar.
—Se había fijado en que en un borde del camino había un grupo de hormigas que comía en un lado y en el otro se había concentrado un verdadero enjambre de abejas, moscas y avispas.
—Se trata de un difícil reto para los otros dos hermanos.
—El segundo hermano bajó de su montura y avanzó unos pasos. Era el más mujeriego del grupo por lo que no es extraño que afirmara: «En el camello iba montada una mujer. Y se puso rojo de excitación al pensar en el pequeño y grácil cuerpo de la joven, porque hacía días que habían salido de la ciudad de Djem y no habían visto ninguna mujer aún».
—¿Cómo pudo saberlo?
—Se había fijado en unas pequeñas huellas de pies sobre el barro del costado del río.
—¿Por qué había bajado? ¿Tenía sed?
—El tercer hermano, absolutamente herido en su orgullo de adolescente por la inteligencia de los dos mayores, afirmó: «Es una mujer que se encuentra embarazada, hermano. Tendrás que esperar un tiempo para cumplir tus deseos».
—Eso es aun más difícil de saber.
—Se había percatado que en un lado de la pendiente había orinado pero se había tenido que apoyar con sus dos manos porque le pesaba el cuerpo al agacharse.
—Los tres hermanos eran muy listos.
—Sin embargo, su sabiduría les trajo muchas desgracias.
—¿Por qué?
—Por su soberbia de jóvenes. Al acercarse a la ciudad, contemplaron un mercader que gritaba enloquecido. Había desaparecido uno de sus camellos y una de sus mujeres. Aunque estaba más triste por la pérdida de la carga que llevaba su animal y echaba la culpa a su joven esposa que también había desaparecido.
—«¿Era tuerto tu camello del ojo derecho?» Le dijo el hermano mayor. «Sí» le dijo el mercader intrigado. «¿Le faltaba algún diente?» «Era un poco viejo» dijo rezongando «y se había peleado con un camello más joven». «Estaba cojo de la pata izquierda trasera.» «Creo que sí, se le había clavado la punta de una estaca.» «Llevaba una carga de miel y mantequilla.» «Una preciosa carga, sí.» «Y una mujer.» «Muy descuidada por cierto, mi esposa.» «Qué estaba embarazada.» «Por eso se retrasaba continuamente con sus cosas. Y yo, pobre de mí, la dejé atrás un momento ¿Dónde los habéis visto?» «No hemos visto jamás a tu camello ni a tu mujer, buen hombre, le dijeron los tres príncipes riéndose alegremente.
»

JerónimoHorace Walpole
Podríamos considerar a Jerónimo de Estridón un precursor de la novela policiaca en Occidente, por añadir varios relatos del género a la Biblia; aquí en un retrato de G. de la Tour. Horace Walpole es citado a menudo como iniciador de la novela gótica por su obra El castillo de Otranto; más que recomendable es la lectura de la recopilación publicada en español como Cuentos jeroglíficos. Retrato de Joshua Reynolds

—Eran muy sabios.
—Sí, pero el buen mercader estaba muy irritado. Cuando los vecinos del mercado le dijeron que habían visto tres salteadores tras su camello y su mujer, los denunció.
—¿Pero, ellos tenían razón?
—Los perdió su soberbia juvenil. Habían señalado todas esas características del camello con tanta exactitud que ninguno les creyó cuando afirmaron no haber visto jamás al camello. Y se habían reído del mercader, había muchos testigos. Fueron llevados a la cárcel y condenados a muerte ya que en Kandahar el robo de camellos es el peor delito, más que el rapto de esposas.
—Qué triste destino para los sabios.
—La cosa no acabó tan mal. La esposa se había escapado y pudo llegar antes de que los desventaran en la plaza pública como era costumbre para castigar a los ladrones de camellos. El poderoso emir de Kandahar se divirtió bastante con la historia y nombró ministros a los tres príncipes. Por cierto, que el segundo hermano se casó con la muchacha que estaba bastante harta del mercader.
—La sabiduría tiene su premio.
—La casualidad los salvó y aprendieron a ser mucho más prudentes a la hora de manifestar su inteligencia ante los demás.


Con esta moraleja les dejo por hoy.

Muchos datos valiosos, a prorpósito del cuento del Camello tuerto, los hemos tomado del interesantísimo artículo del Dr. Rafael Muci-Mendoza «Los ojos de Sherlock Holmes: Un detective aficionado y la mirada médica. II. Afianzamiento, ocaso y reemplazo de la observación directa». La transcripción de dicho cuento la hemos tomado de aquí, con pequeños cambios; puden consultar otras versiones como ésta. Como de costumbre en estos casos hemos consultado al parroquiano experto en asuntos persas; Manusaurio, mil gracias. La imagen de la capitular procede de una campaña publicitaria de la célebre marca de tabaco del dromedario.