lunes, 1 de diciembre de 2008

Watson y Fedón

Cuando Platón se puso a escribir sus ideas filosóficas tuvo una idea muy interesante desde el punto de visto de la técnica expositiva:

En lugar de decir «Pienso que tal y que cual» (ensayo) aplicó dos trucos: por un lado atribuyó sus pensamientos a otro personaje de autoridad establecida (Sócrates) y por otro, y esto es lo que nos interesa aquí, en lugar de aplicar un estilo discursivo introdujo diferentes voces, como si de una obra teatral se tratara, que pudieran interrumpir el discurso de la voz principal. De esta manera podía anticipar las objeciones o preguntas que al lector pudieran surgirle, siendo también un hábil artificio para organizar los contenidos, haciendo que los personajes introdujeran preguntas en el momento conveniente.

(Por otra parte, a demás de esta explicación desde el punto de vista de la técnica narrativa, esto tiene una justificación doctrinal ya que, según Platón, todos los conocimientos duermen en nosotros de manera innata, enseñar es hacer las preguntas adecuadas para despertarlos; sin embargo, si se fijan ustedes, en la mayor parte de los diálogos el único que emite ideas es Sócrates y los demás se limitan a decir «En verdad no puede ser de otra forma» , «Sí ¡oh, Sócrates!», «¿Cómo podría ser de otro modo?» y cosas así).

Desde entonces esta técnica ha dado mucho de sí en narrativa. Un «amigo del prota» siempre es muy útil para que el lector (o el espectador, resulta más importante en géneros dramáticos) se entere de las intenciones del protagonista gracias a que este tiene con quien hablar; para hacer de público dentro de la acción que admire las hazañas de héroe, etc. Es muy posible que la idea le viniera a Platón del coro de las tragedias.

La muerte de Sócrates, por Jacques-Louis David

Un ejemplo magistral de este tipo de personaje pueden encontrarlo ustedes en el capítulo XXI de la primera parte del Quijote. Tras capturar el yelmo de Mambrino, Sancho propone a su amo que se ponga al servicio de un emperador; don Quijote comienza aquí un largo desbarre explicando con todo tipo de detalles lo que pasaría en ese caso. Lo que sería una bochornosa paja mental si don Quijote estuviera solo se convierte en un diálogo maravilloso gracias a que Sancho le sigue la corriente, dejándose llevar por ella y tomando el relevo explicando lo que él hará cuando sea gobernador.

Este tipo de personaje acompañante, sin el cual el héroe nunca hubiera sido lo que llegó a ser (los franceses lo llaman faire-valoir, los ingleses sidekick) tiene una realización perfecta en Watson. El doctor cumple su papel tanto desde el punto de vista técnico como en el interior de la ficción, ya que Holmes necesita el asombro de su amigo para alimentar su ego. Podemos pensar que Conan Doyle tenía conciencia del abolengo platónico de su criatura, ya que tras la supuesta muerte de Holmes en Reichenbach le hace escribir las siguientes lineas, con las que acaba el relato «El problema final», en recuerdo de su amigo:

«[...] a quien yo siempre consideraré como el mejor y más sabio de los hombres a quienes me ha sido dado conocer.»

Referencia evidente a las que dedica Fedón a Sócrates y con las que acaba el diálogo que lleva su nombre:

«[...] a un varón que, como podríamos afirmar, fue el mejor a más de ser el más sensato y justo de los hombres de su tiempo que tratamos.»

Este artículo fue publicado originalmente aquí.

No hay comentarios: