Hace algunos meses inauguramos una nueva etiqueta en el blog, «Fuentes», que reseña algunos de los libros, personas o páginas web que se consultan para escribir los demás artículos que aquí pueden leer. Si en principio los dedicamos a las adquisiciones recientes, aquí ampliamos el asunto a otros libros de los que disponemos, siempre que se salgan de lo común. En este caso se trata de una colección de revistas de 1901 a 1902 que tuve la fortuna de heredar de mis ancestros hace algunos años. Serán útiles en la redacción de dos de los post anunciados en la columna lateral: «Holmes y la condesa del pazo» y «Hound: la bestia». También recurriremos a estas revistas cuando analicemos el motivo del ojo del ídolo y los procedimientos de científicos de Holmes.
En enero de 1901 aparece en España el primer número de la revista literaria mensual illustrada La patria de Cervantes, «imprenta de Bailly-Bailliere é Hijos, Tetuán de Chamartín». Este número y los sucesivos ofrecían aventuras exóticas, históricas, detectivescas, de ciencia ficción, etc. y, de cuando en cuando, algún artículo didáctico o humorístico. Pese a lo que su título sugiere, no sólo colaboraban autores de lengua española, eran muy frecuentes las traducciones de autores ingleses, ya que la revista se nutría del británico Strand Magazine.
Tengo ante mí tres volúmenes encuadernados que recopilan respectivamente los números de enero a junio de 1901, de enero a junio de 1902 y de julio a diciembre de ese mismo año:
Entre las de asunto exótico y colonial destacan las firmadas por C. J. Mansford y procedentes del Strand Magazine. Son autoconclusivas y se engloban bajo el título Cuentos del continente oscuro.Tengo ante mí tres volúmenes encuadernados que recopilan respectivamente los números de enero a junio de 1901, de enero a junio de 1902 y de julio a diciembre de ese mismo año:
Entre las de ciencia ficción destaca la novela por entregas Cuentos de otros mundos; «Las aventuras del conde de Redgrave y su esposa Zaidie durente la luna de miel, pasada en las inmensidades del espacio», firmadas por George Griffith e ilustradas por Stanley Wood. Efectivamente, la pareja visita los planetas y satélites del sistema solar y conoce a sus habitantes a bordo de su astronef. Es curioso constatar cómo en el autor introduce este tecnicismo francés para dar verosimilitud a su historia; pronto la ciencia ficción anglosajona ganaría en prestigio a la francesa. En abril de 1902 se publica la última entrega; tras muchos peligros, regresan a la Tierra.
Los recién casados contemplan aterrados las bestias de Saturno, nada que ver con los bellos habitantes alados de Venus
Entre las aventuras de inspiración histórica citaremos el folletón de Emilia Pardo Bazán Misterio, cuya primera entrega data de marzo de 1902 y aparecería en forma de libro en 1903. Trata del Delfín perdido Luis XVII, hijo de María Antoñeta y de Luis XVI. El hijo de la autora gallega, Jaime Quiroga, participa con el folletín Aventuras de un francés, un inglés y un alemán en el siglo XIX, entre septiembre y diciembre de 1902.
Tambíen de asunto histórico son las aventuras del brigadier, luego coronel, Gérard, de Arthur Conan Doyle, autor que colabora en casi todas las entregas. Se acompañan de los magníficos grabados de William Barnes Wollen.
Tambíen de asunto histórico son las aventuras del brigadier, luego coronel, Gérard, de Arthur Conan Doyle, autor que colabora en casi todas las entregas. Se acompañan de los magníficos grabados de William Barnes Wollen.
Pero las que más nos interesan aquí son las aventuras de asunto policial, veamos algunos ejemplos:
Grant Allen colabora con el folletón Un millonario del cabo, cuya última entrega encontramos en el número de junio de 1902, en inglés había aparecido, ya recopilado en forma de libro, en 1897.
Grant Allen colabora con el folletón Un millonario del cabo, cuya última entrega encontramos en el número de junio de 1902, en inglés había aparecido, ya recopilado en forma de libro, en 1897.
Las hojas del diario del doctor Moreno —escritas por el Dr. Moreno en persona, si nos fiamos del índice de autores— sitúan la acción en España, pero el influjo inglés marca las tramas; por ejemplo, en «El ojo del ídolo», aparecido en la entrega de mayo de 1901, la inspiración en La piedra lunar de Wilkie Collins es evidente. Por otra parte, las aventuras del doctor concluyen en cada entrega, siguiendo la estela marcada por Doyle.
Head y Dufrayer contemplan el termómetro. Las ilustraciones de Paget extienden la similitud con los personajes de Doyle al ámbito iconográfico
Pero no es el doctor Moreno el único al que afecta la influencia de Doyle: particular interés para nosotros tiene la serie La hermandad de los siete reyes, [la primera entrega en el Strand Magazine fue en el número de febrero de 1898] firmada por L.T. Meade y Roberto Eustace, que engloba una serie de aventuras autoconclusivas, unidas por el hilo común que representa la pareja protagonista Head y Dufrayer. Head, como su nombre indica (Cabeza), es un intelectual, un caballero cuyas rentas le permiten dedicar todo su tiempo a sus investigaciones científicas amateurs y a luchar contra la cofradía criminal que da título a la serie. En ese afán es secundado por su fiel amigo el abogado Dufrayer. También merece mención la formidable mente archicriminal Mme. Koluchy, la mujer más peligrosa de Londres, que dirige la Hermandad de los siete reyes. Veamos un fragmento, como ejemplo del tono, de la aventura, aparecida en el número de mayo 1901, «20 grados Réaumur» con las mismas ilustraciones de Sindey Paget que en su edición británica en Strand, conservamos la acentuación original:
Comenzaba á caer la tarde de un bochornoso día del mes de junio. En cuanto terminé de comer volví al laboratorio para reanudar un trabajo espectroscópico en que me ocupaba cuando entró mi amigo Dufrayer, á quien hacía más de una semana que no veía. Al verme tan preocupado con aquella labor, cogió un puro de una caja que se hallaba sobre la mesa y se sentó sin decir una palabra.—¿De qué se trata esta noche, Head? preguntó después de un rato, al notar que dejaba á un lado los aparatos. ¿Del elixir de la vida ó la piedra filosofal?—Ni de una ni de otra cosa, amigo Dufrayer, respondí. Estoy haciendo ensayos con una muestra de hemoglobina reducida que me han enviado. ¿Pero dónde has estado metido toda la semana?—En Eastbourne. Tuve que ir allá á practicar una diligencia relacionada con el crimen de Disney. Estoy encargado de la defensa y se verá la causa el jueves ante el Tribunal Supremo. Pero no he venido para hablar de mis asuntos. En Eastburne me ocurrió una cosa singular y quería hablarte de ella.—¿Hay más indicios? Pregunté alarmado al oir el tono de su voz, que era aún más grave que el de costumbre. Vamos á la terraza, tomaremos café y al mismo tiempo charlaremos.Salimos á la terraza y tomamos asiento en las butacas de mimbre.—¿Te se ha ocurrido alguna vez, Head, empezó diciendo mi amigo, mientras aspiraba el humo del cigarro, que tú y yo vivimos rodeados de peligros? Es una tontería que procuremos disimularlo, declarando que estas cosas no suceden hoy; pero lo que á mí me extraña es que Madame no haya intentado nada contra nosotros antes de ahora. El recuerdo de esa mujer me persigue constantemente. Mme. Koluchy cuenta con medios inexplicables é irresistibles, y nunca sabemos desde qué punto pudiera venir el dardo lanzado por ella para herirnos.—¿Tienes algún motivo para expresarte así? ¿Te has enterado de algo en Eastbourne?—Es posible que lo que he visto tenga algo que ver con ella, aunque no puedo asegurarlo. Creo, amigo Head, que en todo Londres no habrá dos hombres que se hallen en situación tan crítica como la nuestra.
Dado que Doyle cesó de publicar en Strand las aventuras de Holmes tras el episodio reichenbach (FINA) en la entrega de la revista de diciembre del 93, y no retoma el personaje hasta agosto de 1901, con el Perro de los Baskerville, otros autores hubieron de cubrir la demanda de los lectores de intrigas policiales. La primera entrega de La hermandad de los siete reyes apareció en el número de febrero de 1898 del Strand Magazine y como libro en el 99.
Que Doyle se decidiera a vover a Holmes justamente entonces fue una suerte para los lectores españoles, que pudieron seguir sus aventuras casi al mismo tiempo que los ingleses en La patria de Cervantes:
El perro de los Baskerville comienza en la entrega de junio de 1902 y termina en la de diciembre de ese mismo año. En la revista Strand se publica, como decíamos más arriba, entre agosto de 1901 y abril de 1902, lo que significa una diferencia de diez meses para la primera entrega y ocho para la última, por lo que con toda probabilidad, estamos ante la primera edición de HOUN en nuestra lengua. Tendremos ocasión de volver sobre esta edición y algunas peculiaridades de su traducción.
La lectura de estas revistas sugieren muchas reflexiones al lector contemporáneo; destacaremos tres:
Resulta interesante la abundancia de mujeres escritores, como las mencionadas L. T. Meade y Pardo Bazán.
En segundo lugar, se constata la importancia de la ciencia como materia de ficción. Si en el siglo anterior la importancia de la razón y el método se había afianzado entre los sabios, a finales del XIX esta idea había calado en la literatura popular. Evidentemente, es fundamental en Cuentos de otros mundos, donde encontramos prolijas descripciones basadas en los conocimientos de la época (número de lunas de los planetas, su gravedad, su tamaño, etc.) y donde, a veces, la vida de los protagonistas depende de la resolución de una ecuación. Pero no es menos crucial en las tramas policíacas. Los detectives, casi siempre aficionados, y los criminales, recurren a métodos de la ciencia y a los avances técnicos que esta permite, veamos algunos ejemplos, tomados de las obras ya citadas:
Ya hemos visto como Head utiliza la espectrografía para el análisis de la hemoglobina. Esta técnica fue desarrollada por Bunsen y Kirchoff en 1859 y es un método muy fiable para establecer si unas manchas sospechosas son de sangre: resulta mucho mejor que la prueba del guayaco y que el examen microscópico de los corpúsculos sanguíneos. Este método hace innecesaria la prueba de la hemoglobina de Holmes y el hecho de que el Detective no la cite, junto a las dos otras, en STUD, permite pensar que esta referencia contiene una sutil corrección al maestro.
En casi todas las tramas policiacas citadas se utiliza la fotografía en la investigación, en el penúltimo episodio de Un millonario del Cabo, titulado «El sistema Bertillón» (mayo 1902) identifican al delincuente gracias al innovador procedimiento fotográfico normalizado que da título al episodio, creado por el famoso criminólogo francés. Se recurre a los rayos x para resolver el caso de «El ojo del ídolo», pero también pueden usarlos los criminales para envenenar con radiactividad a su víctima a través de una pared, como hace Madame Koluchi en «El niño perdido»; el científico amateur lo prueba con una placa sensible a la radiación. Los efectos nocivos de estos rayos habían sido descritos por Tesla en 1887: los autores se mantenían al tanto de los avances científicos. La archicriminal usa la técnica moderna de maneras de lo más imaginativas; atenta contra Dufrayer con un aneroide al que se había añadido una carga explosiva que se activaría cuando el mercurio marcara una temperatura determinada.
Por último, podemos pensar que esta revista es uno de los canales por los que el interés por la ciencia-ficción y el policial británico llegó a España; no sólo a los lectores, ya hemos visto como «Moreno» se une a estas tendencias y Emilia Pardo Bazán, por su parte, se interesó e incluso cultivó, como veremos en otro artículo, el relato policial.
El perro de los Baskerville comienza en la entrega de junio de 1902 y termina en la de diciembre de ese mismo año. En la revista Strand se publica, como decíamos más arriba, entre agosto de 1901 y abril de 1902, lo que significa una diferencia de diez meses para la primera entrega y ocho para la última, por lo que con toda probabilidad, estamos ante la primera edición de HOUN en nuestra lengua. Tendremos ocasión de volver sobre esta edición y algunas peculiaridades de su traducción.
La lectura de estas revistas sugieren muchas reflexiones al lector contemporáneo; destacaremos tres:
Resulta interesante la abundancia de mujeres escritores, como las mencionadas L. T. Meade y Pardo Bazán.
En segundo lugar, se constata la importancia de la ciencia como materia de ficción. Si en el siglo anterior la importancia de la razón y el método se había afianzado entre los sabios, a finales del XIX esta idea había calado en la literatura popular. Evidentemente, es fundamental en Cuentos de otros mundos, donde encontramos prolijas descripciones basadas en los conocimientos de la época (número de lunas de los planetas, su gravedad, su tamaño, etc.) y donde, a veces, la vida de los protagonistas depende de la resolución de una ecuación. Pero no es menos crucial en las tramas policíacas. Los detectives, casi siempre aficionados, y los criminales, recurren a métodos de la ciencia y a los avances técnicos que esta permite, veamos algunos ejemplos, tomados de las obras ya citadas:
Ya hemos visto como Head utiliza la espectrografía para el análisis de la hemoglobina. Esta técnica fue desarrollada por Bunsen y Kirchoff en 1859 y es un método muy fiable para establecer si unas manchas sospechosas son de sangre: resulta mucho mejor que la prueba del guayaco y que el examen microscópico de los corpúsculos sanguíneos. Este método hace innecesaria la prueba de la hemoglobina de Holmes y el hecho de que el Detective no la cite, junto a las dos otras, en STUD, permite pensar que esta referencia contiene una sutil corrección al maestro.
En casi todas las tramas policiacas citadas se utiliza la fotografía en la investigación, en el penúltimo episodio de Un millonario del Cabo, titulado «El sistema Bertillón» (mayo 1902) identifican al delincuente gracias al innovador procedimiento fotográfico normalizado que da título al episodio, creado por el famoso criminólogo francés. Se recurre a los rayos x para resolver el caso de «El ojo del ídolo», pero también pueden usarlos los criminales para envenenar con radiactividad a su víctima a través de una pared, como hace Madame Koluchi en «El niño perdido»; el científico amateur lo prueba con una placa sensible a la radiación. Los efectos nocivos de estos rayos habían sido descritos por Tesla en 1887: los autores se mantenían al tanto de los avances científicos. La archicriminal usa la técnica moderna de maneras de lo más imaginativas; atenta contra Dufrayer con un aneroide al que se había añadido una carga explosiva que se activaría cuando el mercurio marcara una temperatura determinada.
Por último, podemos pensar que esta revista es uno de los canales por los que el interés por la ciencia-ficción y el policial británico llegó a España; no sólo a los lectores, ya hemos visto como «Moreno» se une a estas tendencias y Emilia Pardo Bazán, por su parte, se interesó e incluso cultivó, como veremos en otro artículo, el relato policial.
2 comentarios:
Hay por casa un tomo encuadernado de la novela de la Libertad herencia del abuelo de mi padre, maestro de escuela, que debe datar de una época próxima. No lo he revisado en profundidad pero recuerdo que por lo menos uno de sus contenidos era algo en estilo folletinesco de corte novela de exploradores a lo Verne que puede resultar literariamente interesante.
En cuanto tenga tiempo para echarle un ojo con calma, te comento algo.
Gracias, cuento con ello.
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