Al principio de «Un caso de identidad» encontramos la siguiente intervención del detective:
La portada de un ejemplar de la obra de Guevara conservado en la Biblioteca Nacional, tomada de Cervantes Virtual, y un grabado de la obra de Lesage tomado de la Wikipedia
Este fragmento evoca al lector algunos párrafos del tranco primero de la obra de Luis Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, cuando el diablo en cuestión, en agradecimiento al estudiante Cleofás —que le había liberado de una redoma— le lleva por Madrid de la misma manera que Holmes le proponía hacer a Watson en Londres:
[...] asiéndole por la mano el Cojuelo y diciéndole: «Vamos, don Cleofás, que quiero comenzar a pagarte en algo lo que te debo», salieron los dos por la buharda como si los dispararan de un tiro de artillería, no parando de volar hasta hacer pie en el capitel de la torre de San Salvador, mayor atalaya de Madrid,
[...] Y levantando a los techos de los edificios, por arte diabólica, lo hojaldrado, se descubrió la carne del pastelón de Madrid como entonces estaba, patentemente, que por el mucho calor estivo estaba con menos celosías, y tanta variedad de sabandijas racionales en esta arca del mundo, que la del diluvio, comparada con ella, fue de capas y gorras.
Podemos preguntarnos si Conan Doyle conocía el clásico castellano o, dado que la idea no era original de Vélez de Guevara, alguna de las obras que la inspiraron. No obstante, más probable sería que conociera Le Diable boiteux de Alain-René Lesage, que se inspiraba libremente en la obra de Guevara. La versión de Lesage conoció muy pronto una traducción al inglés, así como adaptaciones al teatro y al ballet y es citada por muchos autores, a través de los cuales Doyle pudo conocerla.
Portada e ilustración de la obra de Lesage en una traducción inglesa de 1708, esto es, sólo un año después de la publicación del original francés. Imagen tomada de la Wikipedia
No es el único autor victoriano en visitar la fantasía de sobrevolar Londres. Barrie lo hace tanto en Peter Pan en Kengsinton Gardens, como en Peter Pan y Wendy, lo que nos ha deparado bonitas imágenes en sus adaptaciones audiovisuales. Más próximo al argumento que comentamos está Dickens, ya que en su Christmas Carol, un espectro lleva, efectivamente, volando de la mano a Ebenezer Scrooge a ver lo que sucede en el interior de las viviendas londinenses.
Frente a las idealizadas imágenes de Disney, Arthur Rackham propone una visión más deprimente y pesadillesca de Londres en su ilustración para Peter Pan en Kensington Gardens
Imagen de la reciente adaptación de la obra de Dickens, en la que podemos ver fastuosos planos aéreos del Londres victoriano
Espectacular vista de Londres tomada de la página de Raphaël Lacoste
Es notable que si sus predecesores hacían un uso moral de este recurso, Doyle lo haga estético. Donde de Guevara, Lesage y Dickens llevan a sus personajes voladores a buscar lo que de reprensible o amable tienen las costumbres de sus conciudadanos, Holmes tiene curiosidad por lo insólito, lo turbador, lo outré. El personaje de Doyle olvida el moralismo, previsible en un policía o un justiciero, para evocar lo más intranquilizador que se oculta tras las banales y municipales fachadas.
La letra capitular está montada sobre una imagen tomada de la película Laberynth, en la que vemos a los goblins creados en colaboración por el marionetista Jim Henson y el ilustrador Brian Froud. Esta entrada es una versión mejorada y aumentada de una aparecida previamente en el blog El Predicador Malvado.