viernes, 21 de noviembre de 2008

La pantufla persa

En la entrada precedente citábamos un pasaje del relato «El ritual de los Musgrave», donde se hace alusión a la costumbre de Holmes de guardar su tabaco en una babucha persa. Watson insiste en este punto en las aventuras «El tratado naval», «El cliente ilustre» y «La casa vacía».
Es un problema para los fumadores de pipa la conservación de su tabaco en las mejores condiciones posibles; cotejando opiniones de aficionados verán cómo la punta de una zapatilla en la chimenea no es el lugar ideal para una conservación óptima ¿una reminiscencia de los calcetines donde aparecen los regalos navideños? Debemos, pues, concluir que el tabaco alojado en dicha pantufla era el destinado a fumar durante el día corriente, una manera de tenerlo a mano; el hecho de que Holmes fuera un fumador compulsivo presta verosimilitud a esta hipótesis.

Pero ¿a qué objeto alude Watson cuando dice «persian sleeper»? El calzado tradicional persa son las givás. Aunque hay modelos de más lujo y fantasía, se basan todos en la tradicional y humilde que vemos aquí abajo:

Disponemos de este par gracias al fiel parroquiano, amigo y corresponsal en Persia, Manusaurio, que las ha hecho llegar a París en un periquete

La capacidad de este ejemplar, en la bolsa formada entre el empeine y la suela, es de 500 cm3 lo que equivale a una cantidad de tabaco que oscila entre 100 gr., para tabacos voluminosos, como las picaduras en hebra y algo más de 300 gr. para tabacos prensados, tipo flake cut, tal como se encuentran en el comercio; pero, siguiendo nuestra hipótesis de que la idea era mantener tabaco a mano listo para su uso, estaría preparado con antelación, es decir, cuidadosamente desmenuzado, con lo que su volumen aumenta. A la luz de estos elementos podemos especular que Holmes necesitaba, para sentirse a gusto, tener al menos 50 gr. de tabaco disponible, que llenarían la puntera y equivale a la cantidad de los paquetes que encontramos hoy en el mercado.


Ejemplar que pueden ver en el museo londinenese del 221b Baker Street. Abajo, la versión de la exposición de 1951 que se conserva hoy en el pub Sherlock Holmes. Vemos otros detalles como la navaja que pincha la correspondencia pendiente



Tres maneras de servirse tabaco de la pantufla persa según sendas interpretaciones de tres de los actores que han encarnado a Sherlock Holmes: Basil Rathbone (en The Woman in Green) con un gesto displicente, Vasily Livanov (en El perro de los Baskerville) tranquilo y minucioso; el análisis de Jeremy Brett (en «La casa vacía») coincide con el nuestro e imprime una actitud compulsiva

Babucha Persa

Otra heterodoxa manía de Holmes se consigna en «El pulgar del ingeniero»:

Sherlock Holmes, tal como me esperaba, pasaba el rato en su sala de estar en batín, leyendo la columna de sucesos de The Times y fumando su pipa de antes del desayuno, que se componía de todos los restos y fondos de pipa procedentes de las que fumó la víspera; todos ellos cuidadosamente secados y recolectados en una esquina de la repisa de la chimenea.

En el futuro tendremos ocasión de volver sobre los hábitos fumadores de Holmes, las diferentes pipas que se le atribuyen y su afición por cigarrillos y cigarros puros.

Este artículo se publicó originalmente el domingo 8 de junio de 2008 en El Predicador Malvado.

lunes, 17 de noviembre de 2008

221b Baker Street: interiores

Quedaba pendiente otra entrada sobre el 221b de Baker Street. Si en la ocasión precedente nos ocupamos de su ubicación, hoy lo haremos de su interior. Hemos hablado largo y tendido de la intensa relación del mundo de ficción holmesiano con la realidad; esa relación que ha llevado a muchos a buscar la ubicación de la vivienda ha llevado a otros a imaginar cómo sería su interior «en realidad». Esta búsqueda ha dado lugar a reconstituciones, exposiciones, maquetas, etc.
A todo lector le hubiera gustado visitar esa sala, punto de partida y de llegada de tantas aventuras, centro de la tela de araña desde la cual Holmes vigilaba Londres, atento a cualquier vibración producida por los enjambres criminales de la capital; por ello tales reconstituciones han de ser minuciosas; para no defraudar las espectativas de los visitantes más expertos y satisfacer a sus fanáticos creadores. Cuentan con diferentes elementos que podemos clasificar en las categorías siguientes:

Watson desbordado por los acontecimientos en La vida privada de Sherlock Holmes, 1970, interpretado por Colin Blakely. Vemos la legión de honor, el maletín de médico, el gasógeno, el tántalo, la mesa de química y la de comer
Watson(Howard Marion-Crawford)
A mediados del siglo último, la mayor parte de las adaptaciones no prestaba especial cuidado por respetar los detalles canónicos en la decoración de la residencia de Holmes; la serie de televisión protagonizada por Ronald Howard como el detective y H. Marion-Crawford como Watson (en la imagen) fue una afortunada excepción. Momento del episodio «The Case of the Pennsylvania Gun» (1954)

-Elementos mencionados en el Canon como parte del decorado; existen descripciones más o menos prolijas:
  • Consistían [los apartamentos] en un par de cómodos dormitorios y una amplia y ventilada sala de estar, amueblada de manera agradable e iluminada por dos anchas ventanas. (Estudio en escarlata)
  • Allí estaba el rincón de química, con su mesa moteada por ácidos. Allí seguía, alineada en su anaquel, la formidable colección de álbumes de recortes y libros de referencia que tantos buenos ciudadanos de Londres hubieran estado encantados de quemar. Los diagramas, el estuche del violín, el soporte para pipas e incluso la pantufla persa que contenía el tabaco [...] («La casa vacía»)
  • Caminé lentamente por la habitación, examinando los retratos de criminales célebres con los que estaba decorada cada pared. Finalmente, en mi vagar sin rumbo, llegué a la repisa de la chimenea: restos de pipa, bolsas de tabaco, jeringuillas, navajas, balas y otras reliquias se desperdigaban sobre ella. (En el dormitorio de Holmes en «El detective moribundo»)
A esto habría que añadir detalles mencionados aquí y allá, como la alfombra de piel de oso sobre la que se desmaya el director del «Priory School», los retratos del general Gordon y de Henry Ward Beecher («La caja de cartón») o las iniciales V.R. que escribe el detective a disparos en una de las paredes del salón, los puros en un cubo de carbón y la correspondencia pendiente clavada con una navaja en la repisa de la chimenea («El ritual de los Musgrave»). Algunos elementos se mencionan en varias ocasiones, como el gasógeno o la antedicha zapatilla persa. Por supuesto, pipas, lupas, objetos caseros, ropas y otros muchos cachivaches.

Vista de la reconstitución del museo londinense de Baker Street; tomada de The Mysterious World of Sherlock Holmes, de Bruce Wexler (detalle)

-Elementos mencionados en el Canon, pero no como parte del decorado de las habitaciones: algunos de ellos es verosímil que se encontraran allí, como recuerdos de las aventuras, pero en las reconstrucciones encontramos a menudo objetos tan peregrinos como:
  • Objetos que nunca fueron propiedad del detective, como las herraduras especiales de «Priory School» e incluso joyas de gran valor recuperadas por Holmes y que, sin duda, volvieron a sus dueños legítimos.
  • Pruebas materiales que deberían estar en los almacenes de la policía, como armas de los criminales o la piedra usada como peso para arrastrar pistola en «El puente de Thor».
  • Imposibles; como uno de los seis bustos de Napoleón de la aventura a la que dan nombre, ya que fueron destruidos en su totalidad.
Aceptamos su presencia en las reconstrucciones como ilustradoras del universo holmesiano.

Imagen tomada de la serie de Granada, del capítulo «El tratado naval»

-Objetos extracanónicos fijados por la tradición iconográfica: los más representativos son:
  • El deerstalker (generalmente conocido en español como «gorra de detective»).
  • La capa inverness (generalmente conocida en español como «abrigo de Sherlock Holmes»).
-Objetos inferidos; por ser típicos en un hogar de finales de la época victoriana, de los estudios criminales o medicinales de entonces, o bien relacionados con alguna de las características conocidas de los inquilinos. Por lo que podemos ver, aunque no se mencionen en el Canon:
  • Recuerdos de Afganistán en la alcoba de Watson.
  • Una cabeza frenológica.
  • Un tablero de ajedrez.
  • Un tántalo.
  • Un florete, un punchingball...
...y un largo etcétera.

De los planos, nos ofrecemos tres ejemplos, todos ellos elaborados con cuidado para no cotradecir el Canon en la disposición de los elementos y, en diferente medida, cubren las ambiguedades con extrapolaciones y las ilustraciones originales:
La sala principal, por David Richardson, para ilustrar su interesante artículo «A Realistic 221b?»

Por Ernst H. Short y publicado originalmente en el Strand Magazine en 1948. Tomado de Sherlockian.net
Este otro se lo debemos al americano residente en Tokio Russell Stutler. Tomado de la página del artista

De las maquetas, destacamos la que debemos a Nancy Garcés-Saroli, vean una imagen:
Encontrarán más fotos aquí, comparadas con la recreación de la sala del museo de Lucerna en la que está inspirada

En cuanto a las recreaciones a escala real, las encontramos en museos y exposiciones y como escenario en las adaptaciones fílmicas. Preferimos entre estas últimas, por su exactitud y belleza, las de la serie producida por Granda, con Jeremy Brett como Holmes y la del largometraje de Billy Wilder La vida privada de Sherlock Holmes.

Museos que exponen una reproducción de las habitaciones de Baker Street o, al menos, del cuarto de estar, hay un buen número desperdigado por el Mundo. Sólo en Londres había 3:

  • The Sherlock Holmes Museum; sito en el actual 221b de Baker Street, no tiene pérdida. Como en los relatos, el edificio es de época georgiana y la disposición de las habitaciones y otros elementos corresponde con la descripción, incluso en el número de escalones para subir desde el bajo, que es una tienda de recuerdos, hasta el primer piso, donde se encuentran las habitaciones de los personajes y el salón. En el tercer piso, se recrean escenas de algunos de los casos.
  • The Sherlock Homes pub; lo encontrarán en Northumberland Street, ya saben, la calle donde se alojaba sir Henry Baskerville, a un paso de Charing Cross. Exhiben interesantes piezas procedentes de la magnífica y completísima exposición que vio Londres en 1951 y que ilustran muchos de los casos relatados por Watson, así como de los sólo mencionados. En la planta superior se expone la reproducción de la sala de estar, algo abigarrada.
  • La tercera versión, también con problemas de espacio, se podía visitar hasta hace dos años en Baker Street, justo enfrente del museo. The Sherlock Holmes Memorabilia era poco más que una tienda de recuerdos, pero contaba con un piso superior en el que se podían ver los maravillosos props originales de las series de Granada. Ahora es un comercio y no hemos conseguido averiguar qué ha sido de esa magnífica colección.
La recreación expuesta en el pub Sherlock Holmes













A la izquierda, los buenos tiempos del Sherlock Holmes Memoriabilia, a la derecha, el local libre para alquilar en marzo de 2007; ahora venden recuerdos de la historia del rock

De otros 221B de Baker Street en el Mundo mencionaremos, sin ánimo de exhaustividad:
  • El del museo SH de Lucerna, Suiza, fundado por el hijo de Conan Doyle. Amplio y detallado: contó con la colaboración del creador de la mencionada exposición londinenese de 1951.
  • El del museo SH de Meiringen, Suiza. Situado en las cercanías de las cataratas de Reichenbach, donde supuestamente se precipitaron Holmes y Moriarty en un abrazo mortal.
  • El de la biblioteca de la Universidad de Minnesota, USA, que cuenta, además, con la colección de documentos shelockianos más grande del mundo y con una maqueta de la sala.
  • El de Los Ángeles, con muchos detalles, en particular, una buena colección de gasógenos.
  • El del Sherlock Holmes Museet de Nykobing, Dinamarca, aunque viendo la foto se diría que su buena voluntad es superior a sus medios.
Imagen del Sherlock Holmes Museet de Nykobing, tomada de The Mysterious World of Sherlock Holmes

Este post es el punto de partida de la categoría «objetos», que comentaremos por que estén implicados en una incongruencia, en una estrategia narrativa o bien porque son extraños hoy en día y al lector le gustaría saber qué es una «linterna sorda», un «hansom cab», un «gasógeno», etc.; explicación inútil en muchos casos para los holmesianos avezados, pero que incluiremos de todos modos arrastrados por nuestro afán enciclopédico. Naturalmente, esta sección no se ocupará únicamente de los objetos que se encuentran en Baker Street; dedicará especial atención a aquellos que, por su fuerza, se han explotado abundantemente en adaptaciones, incluso en las mas infieles.

Capitular montada sobre una imagen de Sin pistas, 1988

domingo, 16 de noviembre de 2008

Holmes y Monk


Vimos en la entrada precedente una introducción general a cómo Holmes influye en las ficciones televisivas actuales. Es un asunto sobre el que volveremos en el futuro, hoy nos centramos en una serie en particular: Monk. Para entender el personaje partiremos de dos principios:

1.Cada héroe tiene sus poderes o, como mínimo, habilidades particulares y en contrapartida sus debilidades: así Superman no soporta la kryptonita y Doraemon teme a los ratones y se pirra por los dorayaki.
2. Por otra parte toda la historia del whodunit puede interpretarse como un análisis de Sherlock Holmes: todo escritor de este tipo de tramas está obligado a plantearse en qué va a parecerse o diferenciarse su propio detective del de Baker Street.


Pero imaginemos por un momento a Holmes: un tipo capaz de darse cuenta de cualquier detalle, por insignificante que parezca; de una traza de ceniza de cigarro a las diferencias entre los barros de los distintos barrios de Londres ¿no podríamos pensar que se trataba en realidad de un obsesivo compulsivo ?

Lo brillante del análisis de Holmes al origen de Monk es que hace indisociables sus habilidades de sus debilidades; ambas son manifestaciones directas de su patología. Si ve los detalles que no encajan es porque le molestan terriblemente, si lucha contra el crimen es por poner orden en la jungla exterior que le aterroriza. Esto se explicita con la frase leitmotiv de la serie «Es un don… un don y una maldición».

Esta coherencia del personaje principal beneficia también a personajes secundarios, en paralelismo con Watson y Mycroft Holmes:

Conan Doyle tenía siempre que buscar alguna excusa para hacer acompañar a sus detective por el Dr. Watson (especialmente desde que este se casa ¡en la segunda de sus aventuras!); aquí la excusa no es necesaria; es evidente que Monk no podría desenvolverse en la vida sin asistencia; siguiendo la misma lógica, Sharona (la Watson de Monk en las primeras temporadas) es enfermera y hereda así, de forma completamente natural, el carácter sanitario de Watson.

Adrian y Ambrose, interpretado magistralmente por John Turturro,
en el episodio «Mr. Monk vuelve a casa otra vez
»



El Sherlock de las series producidas por Granada TV, Jeremy Brett,
con su hermano; Charles Gray componía un Mycroft impresionante,
pero más dinámico que el literario

El paralelo es todavía más evidente en los hermanos, Mycroft Holmes y Ambrose Monk. Ambos aparecen en muy pocas aventuras (Mycroft en cuatro y Ambrose en dos, por el momento) su existencia era desconocida por ambos asistentes de detective (ya que, aunque vivan en la misma ciudad, no se frecuentan) con la consiguiente sorpresa cuando se revela. Ambos tienen las capacidades de observación y deducción desarrolladas en un grado aún más elevado que sus respectivos hermanos menores, pero cuentan con el gran hándicap de no poder moverse, lo que les incapacita para la vida detectivesca. El misántropo Mycroft sólo sale de su casa para ir al vecino Club Diógenes (cuya regla principal es que los miembros no pueden hablarse entre ellos) Ambrose, por su parte, padece (entre muchas otras manías) agorafobia, por lo que en el momento de su aparición en la serie hacía varias décadas que no ponía un pie fuera de casa.


El momento clásico de la entrada de Mycroft,
en la versión de la serie de Granada;
los dos hermanos observan y deducen frente a la ventana de Club Diógenes

La escena paralela en el capítulo «Mr. Monk y las tres tartas»

Mycroft hace su aparición en «El intérprete griego», sin embargo, el capítulo en el que entra Ambrose se parece más a «La aventura de los seis napoleones»: en ambas el malo ha de recuperar una serie de objetos idénticos, en el interior de uno de los cuales debería hallarse el MacGuffin. En este caso tartas de cereza en lugar de bustos de Napoleón; el inicio del capítulo recuerda a El ministerio del miedo de Fritz Lang

La mayor agudeza del hermano mayor se demuestra en ambos casos en deducciones basadas en observaciones efectuadas a través de una ventana; la escena toma visos de competición fraterna y es ocasión de gran asombro para Watson y Sharona.

Como en el caso de Adrian, los «poderes» de Ambrose son inseparables de sus debilidades y quedan (así como la difícil relación con su hermano) explicados por sus trastornos psiquiátricos. Sherlock y Adrian son freaks y eso les permite realizar hazañas por las que obtienen reconocimiento; sus hermanos llevan ese mismo frikismo a un punto tan extremo que les aisla del mundo exterior, que, por consiguiente, les ignora. En ese sentido recuerdan a los hermanos (en la realidad, esta vez) Charles y Robert Crumb, tal como aparecen en el documental de 1994 sobre el famoso dibujante underground.

Este artículo es la reelaboración definitiva de dos : Monk (1) y Monk (y 2), publicados en el blog El predicador Malvado. Las dos capturas de pantalla del capítulo de Monk Las tres tartas, proceden de aquí; estoy particularmente encantado con la capitular y, para hacerla, usé una estatua de Napoleón encontrada aquí.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Herederos de Sherlock Holmes

La sombra de Sherlock Holmes se alarga hasta nuestros días y son numerosas las ficciones narrativas, televisivas en particular, que beben del Canon y esto a todos los niveles de análisis: técnicas narrativas, construcción de los personajes, elementos argumentales, etc.

Las revistas decimonónicas publicaban novelas por entregas; cada episodio continuaba la intriga hasta que ésta finalizaba en el último: la próxima vez que lean El Conde de Montecristo, fíjense en cómo Dumas acaba a menudo los capítulos con un cliffhanger. Doyle tuvo la idea de hacer episodios independientes, cuya acción concluyera cada vez, y que el nexo entre ellos fuera el personaje protagonista. El autor habla de esta técnica, hoy común en muchas series televisivas, en Memorias y aventuras:
Pensaba desde hace tiempo que el folletón tradicional tenía más inconvenientes que ventajas, pues un un lector que se perdiera un número podría desinteresarse de la revista. La mejor solución consistía en mantener sólo un personaje, guardando la autonomía de cada entrega. El comprador estaba así seguro de perderse nada. Creo haber sido el primero en advertirlo y The Strand Magazine la primera revista en aplicarlo.

Monk y Sharona

Sharona representa un vínculo con el mundo exterior en la aislada vida de Adrian Monk. Imagen del capítulo número 14 de la segunda temporada, «Mr. Monk and the Missing Granny», tomada de aquí

En cuanto al recurso de contar la historia a través de un personaje narrador no protagonista no es original de Doyle: tiene sus raíces en Platón, como tendremos ocasión de ver; su antecedente más inmediato sería el ciclo Dupin de Edgar Alan Poe. Sin embargo la explotación del sistema que se desarrolla a lo largo de las historias holmesianas es tal que se han convertido en el ejemplo por antonomasia de este modo narrativo.

Naturalmente, las series de asunto detectivesco son las más dadas a tomar elementos holmesianos. Las protagonizadas por un detective genial están fatalmente obligadas a definirse según su relación con Holmes; si lo hacemos bajo, es para que no sea como él, si lo hacemos alto, es una referencia directa: Poirot tiene bigote porque Holmes no tenía, Maigret fuma pipa porque Holmes fumaba y así. Entre las series recientes, la que ha tomado una posición más coherente en este terreno es Monk, cuyas referencias a Sherlock Holmes tendremos ocasión de analizar. Entre las series que han conseguido crear un referente original, desmarcándose del paradigma holmesiano, quizá la mejor sea Colombo.

House en el 221b
¿Dónde vive House? Elemental, querido Wilson, en el 221b. Imagen del capítulo número 16 de la segunda temporada, «Safe»

No obstante, la serie cuyas referencias holmesianas se han hecho más populares es más de asunto médico que policiaco. Se trata, naturalmente, de House:
Drogadicto genial, su único amigo es el dr. John W., residente en el 221b, arrogante y misántropo, melómano, etc. El censo más completo de rasgos comunes entre ellos pueden encontrarlo aquí, acompañado una lista de citas paralelas entre las dos series.

Batman y HolmesRobert Downey jr

Pues sí, Batman está parcialmente inspirado en Holmes, según el testimonio de sus creadores. A la derecha, una foto de rodaje de la esperada película con Rober Downie Jr. como Holmes, que pretende explotar la habilidad del detective en artes marciales. Tomada de aquí

Alejándonos del whodunit, encontramos en los protagonistas de series policiacas más «de acción» habilidades, hoy día prácticamente indispensables, que Sherlock Holmes fue el primero en incluir en su panoplia de detective. Bill Finger, el cocreador, junto a Bob Kane, de Batman, dijo haberse inspirado en Holmes «en su doble interpretación de Batman como un maestro de artes marciales y un científico» (cf. Wikipedia). En efecto, Holmes fue un pionero en ambos aspectos: fue el primer personaje de ficción europeo en practicar artes marciales japonesas, antecediendo por dos años a su introducción en Inglaterra en la realidad. Holmes usó y promocionó los métodos científicos en el examen de la escena del crimen y el análisis de las pruebas, por lo que podemos decir que C.S.I. y sus epígonos son consecuencia directa de Holmes, ya que no sólo fue pionero en la ficción, sino que sirvió de inspiración a los creadores reales de esa rama de la criminología. Dedicaremos próximamente sendos post a desarrollar estos dos aspectos del personaje; no se los pierdan.

La letra capitular está montada sobre una imagen de una de las películas con Arthur Wontner como Holmes, una adaptación de «Silver Blaze» con intervención de Moriarti y los Baskervilles (1937). Este artículo se publicará simultáneamente en la sección «Sherlock Holmes del blog» El predicador Malvado.

viernes, 7 de noviembre de 2008

221b Baker Street: ubicación

Las incoherencias que, como decíamos recientemente, ocupan a las sociedades holmesianas, producen controversias entre miembros y asociaciones no menos animadas que las que mantenían las diferentes sectas cristianas en el s. IV, aunque hay que decir en favor de los holmesianos que, según nuestros datos, jamás han incurrido en la grosería de quemar en la hoguera a sus adversarios.
Algunas de ellas parecen zanjadas, sin embargo, de manera tan definitiva como cuando san Agustín estableció que el pecado original existía: es el caso del mencionado problema de la confusión de la señora Watson; la explicación dada por Dorthy L. Sayers en su artículo «Dr. Watson Christian Name» (que expusimos brevemente el otro día) parece haber sido aceptada por todos. Ocupémonos pues, como habíamos anunciado, de un problema más espinoso: dado que no había un número 221b en Baker Street en aquella época ¿dónde se encontraban «en realidad» las habitaciones de nuestros personajes? La cuestión se puede afrontar desde dos puntos de vista: el intrasistemático y el extrasistemático:

Parada del metro de Baker Street en 1863. Abajo pueden ver el mismo andén en la actualidad por cortesía de la autora de la fotografía, Shilpa Bhatnagar; todos los derechos reservados



Intrasistemático:
Es decir, desde el supuesto de que Holmes y demás personajes son reales, así como las peripecias narradas. Sin embargo, nadie toma un punto de vista literalista, asumiendo que todo lo que dice el texto es cierto a pie de la letra. Es una postura poco estimulante, ya que las incoherencias con las pruebas históricas (como mapas de la época) deberían ser consideradas falsificaciones del Maligno (¿Moriarti?) y se acabó la diversión. El punto de vista de las sociedades holmesianas admite, pues, cierto nivel de interpretación y que Watson cambió detalles por diversas razones (proteger el anonimato de alguien, elementos que Holmes le ocultara, etc.). Naturalmente, diferentes analistas llegan a conclusiones diversas; en el asunto que nos ocupa algunas de las teorías sitúan la residencia del detective en:

-Número 72 (el 31 de la numeración moderna) entre las alturas de Blandford y George. Defendida por Bernard Davis en su artículo «The Back Yards of Baker Street». Más recientemente Peter Liddell, en «The Location of 221b», mantiene la misma opinión.

-Número 111 (en la numeración moderna) propuesta por The Hounds en marzo de 2001.

-Y, la más aceptada tradicionalmente; algún lugar entre las alturas de Blandford y Dorset en la acera Oeste, que veremos más en detalle.

Extrasistemático:
Partimos de que Holmes es una ficción inventada por Conan Doyle:
Desde este punto de vista se suele admitir que Doyle estimó que Baker Street era un buen emplazamiento, pero que escogió un número ficticio al azar para evitar la eventualidad de que los vecinos fueran molestados.

Según el testimonio (no aceptado por muchos) de Harold Morris, la elección no fue tan azarosa, ya que fue su padre quien sugirió a Doyle el número 21 de la calle, ocupado a la sazón por unos amigos de la familia, y que el escritor lo visitó y lo encontró completamente adecuado, maquillando posteriormente (de nuevo para evitar molestias) el 21 en 221b.


Fragmentos dedicados a Baker Street de un callejero actual y de otro de 1888. En este último nos hemos permitido colorear las calles que se mencionan en los pasajes citados.

Vamos a ocuparnos pues del punto de vista intrasistemático:
Ya que el Canon «miente» al decir que estaba en el 221b ¿cuánto crédito debemos a los demás datos que nos ofrece? sólo debemos cuestionar un dato canónico como último recurso, ya que, en caso contrario, o no podríamos pronunciarnos en absoluto cayendo en un espantoso agnosticismo o caeríamos en la arbitrariedad de aceptar o no los datos según convinieran o no a nuestra tesis. Por otra parte el objetivo que busca, en realidad, esta tendencia, es hacer concordar los datos reales a los que tenemos acceso con el Canon, el verdadero fin es que éste gane verosimilitud: por lo tanto, cada dato canónico que desestimemos es una batalla perdida y no lo podremos hacer sin una buena excusa compatible con nuestro universo ficcional: por ejemplo; Watson falsea el número de la calle para evitar que todo el hampa de Londres tuviera localizado a su peor enemigo.

vlcsnap-14021616

Holmes (Jeremy Brett) contempla Baker Street desde sus habitaciones en la cabecera de la serie de Granada Television. Más abajo, un plano del portal del detective visto desde la ventana de Camden House, en el episodio que adapta «La casa vacía»

Los datos históricos que tendremos en cuenta serán mapas de la época y el cambio de numeración de la calle. Es relativo el valor de los paseos por la actual Baker Street como prueba: en el Londres victoriano existían tras las calles burguesas de lindas fachadas por las que paseaban los caballeros, callejuelas por las que transitaba el servicio y las mercancías, cuadras, patios traseros y todo un laberinto sin pavimentar (cuya existencia Watson y demás caballeros de su clase apenas sospechaban) difícilmente reconstruibles con los planos y mucho menos dando un paseo hoy. Incluso una calle de edificios georgianos, frecuentada y cara del West End, como era Baker Street en aquel entonces, estaba flanqueada por ese mundo paralelo en el que Holmes se movía a sus anchas. Como pueden ver en la foto satélite de Google Earth (más abajo) las manzanas entre Dorset, Blandford y George, en un sector muy castigado por los bombardeos de la II Guerra Mundial, han sido completamente renovadas. Como veremos inmediatamente esas calles son el punto de referencia principal para la situación de la casa en cuestión.


vlcsnap-14008422

La Baker Street de la época era más corta que la actual, ya que (como pueden constatar cotejando los planos actuales y antiguos que ilustran ese artículo) dos tramos, conocidos antaño como York Place y Upper Baker Street fueron incorporados más tarde como prolongación de Baker Street; en 1921 y 1930 respectivamente: de manera que a partir de ahora, cuando nos refiramos a Baker Street, estaremos hablando únicamente del tramo sur, comprendido entre Paddington Street y Portman Square.

La numeración comenzaba en el extremo Sur de la calle, en su acera Este, con el número 1; ascendía hasta el extremo Norte de esta acera, número 42, que tenía en frente el 43; es decir, en la acera Oeste la numeración crecía de Norte a Sur hasta llegar al último, el 85, que quedaba enfrente del número 1.

Esta curiosa forma de numerar los portales «de ida y vuelta» todavía puede verse en algunas calles de Londres, si bien lo normal es que, como en la que nos ocupa, se haya pasado al más cómodo sistema de colocar los pares a un lado y los impares en el opuesto, de manera que el actual número 1 sería el antiguo 2 y el 2 actual sería el 85 antiguo. El actual 221b, donde se encuentra el Museo Sherlock Holmes, ni siquiera se encontraba en Baker Street por aquel entonces, sino en Upper Baker Street.

BakerStreet


Algunas referencias canónicas en relación con Baker Street:

[Watson y Holmes salen de casa en dirección a Bloonsbury] Nuestras pisadas resonaban secas y sonoras, mientras cuzamos el barrio de los médicos, Wimpole Street, Harley Street y, siguiendo adelante por Wigmore Srteet, desembocamos en Oxford Street. («El carbunclo azul»)

[Watson describe la calle desde la ventana] A decir verdad, nadie venía de la dirección de la estación del metropolitano, salvo aquel caballero solitario cuya conducta me había llamado la atención. «La diadema de Berilo»

Hasta Aldersgate hicimos el viaje en el ferrocarril subterraneo. («La liga de los pelirrojos») [La estación de metro de Baker Street, abierta en enero de 1863, es una de las más antiguas del mundo; desde allí hasta Aldersgate tenían seis paradas, como pueden comprobar en un mapa de metro de la época]

Aún se veía al doctor Mortimer y a Baskerville, que caminaban a unas doscientas yardas por delante de nosotros en dirección a Oxford Street [...] Sherlock apresuró el paso hasta que redujimos, más o menos, a la mitad, la distancia que nos separaba. Entonces, manteniéndonos siempre a un centenar de yardas a su zaga, los seguimos hasta entrar en Oxford Street y después por Regent Street. (El perro de los Baskerville, capítulo 4)

[Holmes recibe en sus habitaciones a un cochero llamado John Clayton que explica cómo había acechado, a petición de un misterioso cliente, al doctor Mortimer y a Baskerville] [...] subieron a un coche de los que estaban en fila. Seguimos a este coche hasta que se detuvo por aquí. - Delante de esta misma puerta - Dijo Holmes. - Yo no estaba seguro de eso, pero me atrevo a decir que mi viajero estaba bien enterado. Hicimos alto calle abajo, hacia la mitad de la misma y esperamos durante hora y media. Al cabo de ese tiempo pasaron por nuestro lado, caminando, los dos caballeros y nosotros les seguimos Baker Street adelante y luego por... [Oxford y Regent Street] [...] en el momento en el que iba a alejarse dio media vuelta y dijo: "Quizá le interese saber que ha llevado usted en cu coche al señor Sherlock Holmes" [Hay que señalar que esta ironía por parte del criminal pone de manifiesto que él había identificado con precisión el portal dondo se había parado como la vivienda del detective] (El perro de los Baskerville, capítulo 5)


Holmes y Watson seguían al Dr. Mortimer y a Sir Baskerville: cuando perciben que un hansom cab hacía lo mismo, éste huye. Ilustración de Paget para El Perro de los Baskerville

Estos fragmentos y algunos otros concuerdan con la realidad de Baker Street y, el último, nos indica además que el portal de nuestro amigos se encontraba algo más al norte que la mitad de la calle. En el plano que ilustra este artículo, procedente de un callejero de 1888, hemos coloreado las calles que se mencionan en los fragmentos. Sin embargo el pasaje que más información ha dado para estas controversias procede de la aventura «La casa vacía»:

Yo me había imaginado que nos dirigíamos a Baker Street, pero Holmes detuvo el coche en la esquina de Cavendish Square. Me fijé en que al apearse dirigió a derecha e izquierda una mirada muy escurtadora y que en las esquinas de todas las calles subsiguientes tomaba las máximas precauciones para asegurarse de que nadie nos seguía. El camino que recorríamos era verdaderamente extraordinario. Holmes se sabía muy bien las travesías y callejuelas de Londres y en esta ocasión cruzó rápidamente y con paso seguro por toda una red de cocheras y establos, cuya existencia yo ni siquiera sospechaba. Salimos por último a una pequeña carretera bordeada de casa antiguas y tristonas, desde la que desmbocamos en Manchester Street y luego en Blandford Street. Una vez en esta calle, nos metimos rápidamente por un estrecho pasillo, cruzamos una puerta cochera de madera por la que salimos a una explanada desierta y luego abrió Holmes con una llave la puerta posterior de una casa. Penetramos en ella los dos y él cerró la puerta una vez que estuvimos dentro.
Reinaba en aquel lugar la más negra oscuridad, a pesar de lo cual comprendí yo con toda evidencia que la casa se hallaba deshabitada. [suben las escaleras, hasta una ventana que da a una calle diferente a aquella desde donde habían entrado] -¿Sabe usted dónde estamos?- Con seguridad en Baker Street- le contesté, mirando hacia afuera por la polvorienta ventana. - Así es. Nos encontramos en Camden House, que se alza frente por frente de nuestras antiguas habitaciones.

Vista de Upper Baker Street; por aquel entonces York Place la separaba de Baker Street

Holmes había conducido allí a su amigo para tener un buen puesto de vigilancia, con vista directa sobre su casa, donde esperaba un ataque; como venían del Este (y en ningún momento cruzan Baker Street) está claro que Camden House se encontraba en el lado Este de la calle. El fragmento indica que entraron a una manzana acesible desde Blandford; es decir, delimitada bien entre Blandford y George o bien entre Blandford y Dorset. En este último caso, como la de nuestros héroes se situaba justo enfrente, había de estar en la manzana comprendida entre King St. (perpendicular oeste, hoy incorporada a Blandford St.) y Dorset St.; en el caso precedente, en la comprendida entre King St. y George St. Y este es el dilema que se han planteado los investigadores bien informados y han buscado pistas para decantarse de uno u otro lado.

Recapitulando:
Sherlock vivía frente a la manzana delimitada por Blandford y George o frente a la manzana delimitada por Blandford y Dorset.
En todo caso no hay duda de que el hogar de nuestros héroes se encontraba en la acera Oeste de la calle.

Según acabamos de leer en el fragmento que reproducimos más arriba, John Clayton y su cliente esperaban a Baskerville y a Mortimer hacia la mitad de la calle, con idea de seguirles dirección Sur, hacia Oxford Street, como, efectivamente, hicieron. Tenemos, pues, que pensar que el portal del detective se encontraba algo más al Norte, puesto que siguieron a los dos cablleros hasta allí, bajaron un poco y, cuando salieron, fue adelantado por ellos. Dando un margen de error de unos 40 metros a Clayton -margen que, seguramente, no necesita, ya que podemos fiarnos del sentido espacial de un cochero con siete años de oficio sin ninguna queja (El perro de los Baskerville, capítulo 5)- acechaban a la altura de la manzana comprendida entre Dorset y Blandford (unas sencillas mediciones en Google Earth lo ponen de manifiesto) lo cual excluye la posibilidad de que la residencia de la señora Hudson se encontrara más al Sur, es decir, entre Dorset y George, dejándonos una sola posibilidad.




Foto satélite, tomada de Google Earth, de la zona en cuestión. A la derecha, ilustración de la teoría expuesta.

Hay, pues, elementos en el Canon para apoyar la teoría tradicional: las habitaciones de nuestros héroes se encontraban en la manzana comprendida entre las calles King y Dorset, del lado Oeste (hoy impares) más al Norte del centro geográfico de la calle y, en ningún caso, al Sur de éste. Si hubiera que tomar partido nos uniríamos, pues a esta secta, mejor que a la opinión de Davis y Liddell, que se apoya en paseos actuales. En cuanto a la proposición de The Hounds, lamentamos no haber encontrado el artículo donde la desarrollan, no obstante, podemos especular que adoptan una postura mixta, con elementos extrasistemáticos, alegando en su favor cierto manuscrito consevado en los archivos Arthur Conan Doyle, un borrador con ideas preliminares para Estudio en escarlata, según el cual la residencia del detective se habría de ubicar en Upper Baker St.

Estimados parroquianos, esperamos haber satisfecho su curiosidad sobre la ubicación de este lugar y anunciamos que pronto trataremos sobre otros aspectos del 221b de Baker Street.

Este artículo es una versión, mejorada con diversos cambios, del aparecido en El Predicador Malvado el 28 de agosto de 2007.

Holmes y la realidad (1)

Un factor importante en el éxito de las aventuras de Sherlock Holmes es la peculiar relación de su mundo de ficción con el nuestro real:

Watson declara publicar sus relatos en la Strand Magazine, donde efectivamente las encontraban los lectores del mundo real. Por su parte algunos de los personajes leían también los relatos, incluso han conocido al detective a través de ellos. Introducir este tipo de cruces entre realidad y ficción no era nuevo (en el Quijote muchos personajes de la segunda parte han leído la primera, e incluso discuten sobre ella) sin embargo el efecto aquí está reforzado por el uso del narrador-personaje. El artificio autobiográfico permite a Doyle dar u ocultar información al lector según le conviene ya que, a diferencia de un narrador omnisciente, Watson depende de lo que ve y oye (y muy particularmente de lo que Holmes quiere o no decirle) pero además, lo que nos interesa aquí, elimina la convención (con su lastre de inverosimilitud) de que podemos saber lo que hacen los personajes incluso aunque no haya nadie allí para verlo.

La vida privada
Un orgulloso Watson (Robert Stephens) muestra a Holmes (Colin Blakely) su último relato aparecido en el Strand Magazine en La vida privada de Sherlock Homes, 1970


Esta fascinante ilusión de realidad ha tenido como consecuencia que existan personas que crean que Holmes es un personaje histórico, por increíble que parezca, lo que dio lugar a una abundante correspondencia dirigida al 221b de Baker Street en busca de consejo. También existen grupos de personas, las sociedades Holmesianas, que, aunque saben que se trata de un personaje de ficción, juegan a imaginar que no es tal: consideran a Watson el verdadero escritor de las narraciones y dan a Conan Doyle el papel de su agente literario.

Dos problemas surgen inmediatamente cuando se acepta este juego:

-Incoherncias de la realidad con las narraciones. Por ejemplo: mientras Holmes se queja de que ya no hay grandes criminales Jack el Destripador siembra el terror en White Chappel ¿cómo es que no se le ocurra resolver ese grave asunto?; otra es que nunca existió en Baker Street un número 221B.

-Incoherencias dentro del texto. El Canon está plagado de contradicciones, debidas sin duda a los muchos años que abarca su redacción y la negligencia o desinterés del autor. Algunas de las más famosas son: la vieja herida de Watson se sitúa a veces en la pierna y otras en el brazo; el doctor J. H. Watson, habitualmente llamado John, es llamado James por su esposa (en «El hombre del labio retorcido»).




Holmes, por Sydney Paget; ilustración para «El hombre del labio retorcido». Portada de la primera publicación en la que aparece Holmes; antes de pasar a pubicarse en el Strand Magazine

Las sociedades Sherlockianas se dan tenazmente a la tarea de explicar esas incongruencias: por ejemplo algunos piensan que Watson recibió una segunda herida, otros que las alusiones a la herida de la pierna son de origen psicosomático; la confusión de la señora Watson se explica porque la 'H' del segundo nombre del doctor procede de 'Hamish', la forma irlandesa de James; el asunto del Destripador fue resuelto por Holmes, pero silenciado por que implicaba a un policía corrupto, etc. (cf. el interesante libro de Baring-Gould, Sherlock Holmes de Baker Street). En cuanto a la situación del 221b de Baker Street, es un asunto del que nos ocuparemos en este blog próximamente.

El juego de las sociedades Sherlockianas es interesante y divertido; la causa de la formación de una tradición en torno al héroe es la presencia de numerosas y persistentes incongruencias en el Canon que perturban la verosimilitud que espera el lector. Las incongruencias dinamizan esta formación de la tradición porque obliga a cierto nivel de análisis y de reescritura del texto.

Partir de un corpus de ficción lleno de incoherencias y tratar de subsanarlas para darle verosimilitud es el objetivo, pues, de estas sociedades. Este fin, así como sus métodos, son los mismos de los utilizados en teología; de manera que no es casual que, como veremos, los inventores de esta tradición fueran teólogos, apologetas del catolicismo y anglicanos conversos a la Iglesia de Roma; permanezcan atentos a sus pantallas.

Pueden leer la continuación de este post aquí: «Holmes y la realidad (2)»
Una primera versión de este artículo fue publicada originalmente el 14 de agosto de 2007 en El predicador Malvado
.

Bienvenidos

Es este un blog sobre Sherlock Holmes. Es un vástago del Predicador Malvado, una bitácora de análisis de ficciones y procedimientos literarios. En él la categoría dedicada al detective ha tomado mucha importancia, hasta el punto de que, para lectores particularmente interesados por el personaje, sería más cómodo un blog aparte.
Algunos post que aparecerán aquí serán, pues, versiones revisadas de los aparecidos y por aparecer en el blog madre; los cambios serán mejoras; más datos, ilustraciones, mayor fineza en el análisis expuesto, etc. Por otra parte, si en El Predicador todas las entradas sobre el asunto quedaban clasificadas bajo una única categoría, «Sherlock», aquí la clasificación es mucho más precisa y da a al blog una estructura coherente para el aficionado holmesiano; veamos la explicación de las categorías:

Sherlock Holmes es un personaje de gran influencia en la literatura y en los detectives posteriores, lo que ha dado lugar a gran número de adaptaciones audiovisuales, que trataremos en la categoría películas. Evidentemente esto implica que diversos actores han interpretado el personaje; cuentan con su propia categoría. Los relatos del Canon son ricos en elementos dignos de análisis como objetos, lugares y escenas. Algunos tienen tal fuerza que a menudo se respetan en las adaptaciones menos fieles e incluso reaparecen en pastiches, de los cuales nos ocuparemos ocasionalmente. La influencia de Holmes en otros detectives justifica que tengan su propia categoría. Cuando, inversamente, nos ocupemos de obras que han influido en la redacción del Canon o de elementos que condicionaron su creación, clasificaremos las entradas bajo la etiqueta hipotextos.

El whodunit es muy interesante como ejemplo paradigmático de los procedimientos narrativos; los examinaremos en la categoría narratología. Pero hay otro punto de vista de aproximación al Canon, muy cultivado por los aficionados, que es jugar a que Holmes es un personaje real; trataremos de este método en la categoría denominada intrasistemática.

El título del blog procede, por supuesto, del relato «La casa vacía», en el que nos enteramos de que desde Camden House había una perspectiva magnífica para observar y estudiar el 221b de Baker Street, que es precisamente lo que hacemos aquí. También se puede pensar que «desde» se refiere al punto origen, como si enviáramos todas estas pequeñas notas desde nuestro observatorio.

La imagen de la letra capitular procede del episodio «El secuestro de la Sra. Hudson», de la versión de Miyazaki, que retoma el elemento del maniquí del episodio canónico de «La casa vacía», de cuya adaptación en el correspondiente episodio de la productora Granada procede la imagen de la cabecera del blog.